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DEP profe: innovar en Extremadura



Hace poco asistí con la Directora y el Técnico Informático de mi centro a una reunión en el CPR de Badajoz para recoger lo que será la dotación previa de un equipo, mitad tablet, mitad ordenador portátil, para cada docente extremeño, lo que han dado en llamar con una no premeditada, pero inquietante metáfora: DEP profe. A la reunión asistieron Antonio Morato, Jefe de Servicio de Innovación y Formación del Profesorado, Juan Pablo Pulido, Jefe de Servicio de las Tics, y Daniel Cambero, Director de la UPE de Badajoz.



Ya el hecho de que representantes de dos servicios tan significativos como aquellos encargados de la formación del profesorado y aquellos que organizan la dotación TIC de Extremadura se sienten en la misma mesa refleja el modelo actual de innovación y formación por el que Extremadura sigue apostando (hasta que, el azar lo quiera, otras realidades refuten lo contrario). ¿Y cuál es ese modelo?, se preguntará usted. A día de hoy no existe otro programa integral de formación del profesorado e innovación en Extremadura que el de eScholarium, lo que supone ligar metodología de aula y dotación TIC a través de un proyecto que necesita del soporte de la santísima trinidad: pizarra con proyector-libro digital (enlatado por las editoriales)-dispositivo portátil. Este es el único proyecto que Extremadura tiene hoy por hoy pensado para transformar la escuela del futuro.




¿Qué deficiencias posee este modelo?


- Reproduce el viejo modelo educativo basado en libros y tareas, solo que bajo una interfaz más atractiva. Mira, lee, pincha sobre la opción correcta. 

- Liga las metodologías de aula al uso del dispositivo portátil, en detrimento de metodologías activas y participativas que supongan interacción física y socializada, así como un trabajo sobre la realidad cercana del alumno. 

- Reproduce la clásica organización espacial del aula, centrada en la pizarra y en mesas en cuadrícula. 

- Liga la innovación a compromisos con las editoriales, en detrimento de una cultura de producción creativa de contenidos, tanto por parte del profesorado como por los alumnos. El alumno interactúa (casi siempre de forma individual) en un entorno cerrado, ligado a contenidos enlatados.



No existe ningún otro programa integral de innovación en Extremadura que suponga concebir las TICs como una herramienta más dentro de una mochila diversa y centre sus esfuerzos en la adquisición de una cultura de trabajo creativa, activa y colaborativa en el aula (no solo en los alumnos, también en el profesorado). El Servicio TIC extremeño ha fagocitado al Servicio de Innovación y Formación, pese a que debiera ser lo contrario. La excesiva tictirización del modelo formativo del profesorado no solo está generando problemas técnicos y organizativos dentro de los centros (¡narrarlos sería una empresa enciclopédica!, pese a que Juan Pablo Pulido pretenda obviar descaradamente la realidad), sino que sobre todo supone un grave peligro para la implementación de un modelo real de paradigma metodológico y organizativo en los centros. 


Es evidente que desde la lógica de una política educativa, la presentación rutilante de dispositivos vende y luce mejor que el cambio lento de cultura de trabajo dentro del aula, pero esta tictirización está haciendo un daño profundo a lo que debiera ser -no solo a mi juicio, sino al de muchos docentes extremeños que intentan contracorriente mejorar lo presente- el cambio de paradigma en educación. No lo digo yo, es un eco colectivo entre expertos en educación y un hecho incontestable en la realidad diaria de cada vez más centros educativos de España. 

Es más, la política educativa practica sin reparos en materia de innovación una doble moral interesada. Por un lado, presenta la innovación del profesorado a pie de aula como un mérito incontestable y deseable, y por otro lado, la dirección que toma su modelo de futuro subraya la dotación frente a la metodología y la organización del sistema educativo, desplazando el objetivo hacia el uso de esos dispositivos en un entorno cerrado y corporativo. La innovación se usa políticamente como un cliché publicitario, no como una constatación de decisiones testables que conduzcan a cambios reales. Los profesores innovadores le hacemos la cama a aquellos políticos que entienden la innovación educativa como una cara amable, vendible ante la opinión pública.



El cambio que debiera darse en la cultura de trabajo del docente se sustituye por un placebo adornado de falsa innovación, que reproduce viejos hábitos metodológicos. El propio docente, satisfecho, cree estar cambiando su forma de dar clase por tener a su lado la mediación de una pizarra o un portátil. Un espejismo que la política educativa alimenta adrede. No existe a día de hoy ningún proyecto integral en Extremadura -más allá de eScholarium, que convierte al profesorado en un expendedor de contenidos digitales- que aborde directamente la necesidad de un cambio de paradigma metodológico, otra forma de concebir la función de la escuela y del docente. 


Saben lo que está funcionando en otros centros de España, y que eso exige algo más que recargar de gadgets la escuela. Supone un proyecto que aborde directamente el rol del docente, los órganos directivos y su forma de trabajo, reestructurar la organización de los centros, centrar la formación en lo metodológico y la creación de redes de aprendizaje y enseñanza colaborativas... Un síntoma de que no se están dando pasos en esta dirección no solo son reuniones como a la que asistí hace poco, sino que un docente que pretenda innovar en su aula tenga más dificultades para hacerlo, más obstáculos organizativos, legales, curriculares,... que uno que ponga el automático y decida leer el libro y poner tareas y exámenes. Esto no se puede permitir en un sistema educativo de futuro. 

La mediocridad de las políticas educativas debe dejar paso a otros gestores que no solo sepan, sino que realmente "quieran" cambiar la escuela. Falta altura de miras, perspectiva y una estructura dentro de la Consejería de Educación que vaya en la misma dirección y no con servicios estanco que no sabe uno lo que el otro quiere, y no le importa con tal de que la maquinaria siga engrasada y cada cual cobre a fin de mes. No se puede dejar la educación solo en manos del voluntarismo de algunos docentes que invierten tiempo y esfuerzos en cambiar la escuela contra los elementos, a pesar de y no con la política educativa de su lado. Muchos gestores educativos se han dejado encandilar -las editoriales y empresas tecnológicas están contentísimas- por la idea de que el cambio de modelo educativo va ligado al mero uso de gadgets digitales, ingenuamente convencidos de que por sí mismos traerán un cambio en las formas de trabajo. Como si regalar una bici bastara para saber usarla. Como si regalar gadgets fuera sinónimo de calidad educativa. 

No me gusta la palabra innovación; quizá hace tiempo fuera un término revelador, no contaminado por intenciones ajenas a la educación, pero hoy es una palabra hueca ligada a la tecnificación del docente. Tampoco me gusta porque se aplica como una excepción recurrente y vistosa o un producto de la creatividad bienintencionada del docente, y no la esencia misma de la acción educativa, su razón de ser. La Rae lo define: "Mudar o alterar algo, introduciendo novedades." Novedades no como mera dermoestética, moda o esnobismo insustancial, sino como estrategia necesaria que provoque el aprendizaje. No debiera existir demarcación entre docentes innovadores y los que no lo son. Y es ahí donde debiéramos superar el mero voluntarismo e implantar políticas educativas que favorezcan ese cambio, haciendo de la pasividad una excepción superable.

Supercontrato Tic extremeño e innovación educativa




No se habló de educación, no... Que nadie piense que aquella reunión en Mérida entre por un lado la Administración -representada por el Secretario General y el Jefe de Servicio Tic- y por otro los Técnicos Informáticos y los Coordinadores Tic de Extremadura tuvo como objetivo mejorar entre todos el modelo educativo. Fue esencialmente un gabinete de crisis para gestionar la fase B del llamado Supercontrato de 38 millones de euros para dotar a los centros de gadgets Tic, cuyo gasto y acondicionamiento en los centros debe completarse el 31 de diciembre de este año. Orden y disciplina es lo que debió esperar el Secretario General, a quien la reunión se le fue de las manos. Esperaba un dulce paseo, un rutinario ejercicio de información donde sus empleados asumieran dócilmente el calendario y las condiciones. 

Pero no fue así; por el contrario, el admirable colectivo de Técnicos Informáticos redactaron un manifiesto en el que reiteraban sus quejas ante el ninguneo al que los ha sometido la Administración y la desastrosa gestión de este proceso, enumerando uno a uno las decenas de problemas que está generando. El Secretario General, que empezó sereno y complaciente, pasó a una actitud de soberbia, incluso algunas veces despectiva hacia su subalterno, el señor Juan Pablo Pulido, al que riñó (sí, esa es la palabra) en numerosas ocasiones. Por su parte, el señor Pulido no sabía dónde meterse; se mesaba la barba, el pelo, hundía la yema de sus dedos en los ojos... Reiteraba su buena voluntad, el duro trabajo que había supuesto poner en marcha un proyecto millonario como éste, pero nada de eso sirvió ante el descontento generalizado que reinaba entre el colectivo. Lo extraño es que no previeran esta situación. De hecho, esa falta de previsión es la que criticaron con mayor ahínco los Técnicos Informáticos. Como dijo uno de ellos: "No se pregunta al usuario final del producto, al que va a utilizarlo." 

Como dije al inicio de esta crónica, no se habló de educación; pretendía ser una reunión eminentemente técnica, de resolución de problemas, pero no lo era. Entre líneas planeaban algunas cuestiones que vertebran lo que podríamos llamar una política educativa, la direccionalidad del modelo educativo que queremos tener en los próximos diez años. Desgranaré brevemente algunas de estas cuestiones.

Sistemas operativos y licencias privadas. Existe entre el colectivo de Técnicos Informáticos una firme defensa del software libre, que no es solo suya; desde que se inició el proceso de adecuación de Tics en Extremadura se ha venido defendiendo la implantación de este modelo. La irrupción de licencias privadas (Microsoft Office y Adobe, por ejemplo) y la adopción del sistema dual (Windows y Linex) han despertado sospechas entre este colectivo y parte del profesorado. 

No quedó claro si la idea es que el docente elija qué SO quiere adoptar al encender su dispositivo o si Windows solo se instalará en aulas donde es necesario porque deben trabajar con un software específico. La primera opción puede acabar a largo plazo con el uso de Linex en las aulas, ya que no es el SO que tienen los docentes en casa. La segunda opción es la más razonable. 

En cuanto a las licencias privadas, el señor Pulido insistió en su bajo coste, pero nadie parecía muy convencido de esto. De hecho, la gestión presupuestaria de este Supercontrato adolece de una flagrante falta de transparencia. No tenemos acceso a ningún informe en el que se especifique en qué y cómo se ha gastado cada euro, y menos aún información sobre las contraprestaciones encubiertas que estos apaños económicos llevan aparejadas.

Pero este análisis es solo tocar la superficie del problema. En el fondo lo que está en juego es el modelo educativo que queremos. Es evidente, y así lo corroboran numerosos expertos en educación y docentes innovadores, que el modelo Tic del futuro pasa por el trabajo en la nube. De ahí que el debate sobre SO y licencias debiera haber sido inexistente. Si sabemos, como también lo dejó caer el señor Pulido en un momento de su intervención, que el modelo previsible es la nube, el gasto nuclear del supercontrato debiera haberse centrado en la logística de conectividad a través de Wifi y en la generalización de dispositivos móviles adaptados a esa red inalámbrica, y el resto del dinero destinarlo a un proceso de formación serio, progresivo y evaluable (por cierto, no se dijo si la formación entra dentro de esos 38 millones o deben hacerse cargo de ese gasto los Cprs o las Upes, lo que debilitaría el resto de procesos formativos). 

Trabajar en la nube no requiere gastos adicionales, tan solo el uso de lo que ya existe, una formación seria y, por ejemplo, plataformas como Google Apps for Education; por cierto, cuya licencia gratuita posee la Consejería, pero que ha abandonado a su suerte -pese al demostrado éxito que está teniendo este curso, gracias a la voluntad de su coordinador Francisco López; más de 4000 inscritos este curso, 9000 en total- a mayor gloria del (desastroso) proyecto eScholarium, otro Leviatán que tiene pendiente de gestionar el Secretario General y que ya de pasada nos costará otros millones solo para insertarlo en la plataforma Rayuela. 

En el fondo, el modelo Tic que lleva desarrollándose desde hace años en Extremadura va encaminado a la entronización de los dispositivos frente a las metodologías, lo que denomino la tictirización de la educación reglada. Esta tictirización va en detrimento de un verdadero cambio en las formas de enseñanza. Por citar un ejemplo, el uso masivo de libros de texto enlatados en eScholarium provoca una falsa percepción de estar innovando, ya que en el fondo lo único que se está haciendo es trasladar las viejas metodologías pasivas e instructivas, del periodo industrial, bajo un entorno de aprendizaje digitalizado y con numerosos gadgets que simulan una innovación que no es real. El docente sigue ilustrando en la pizarra y haciendo que sus alumnos rellenen formularios. Desde que eScholarium está abierto, la producción de contenidos por parte de alumnos es irrisoria, por no decir inexistente, y lo es porque en el fondo el modelo eScholarium no pretende cambiar la forma de dar clase, sino que a largo plazo todas las familias pasen por caja (las editoriales buscan compensar las pérdidas en la venta de libros en papel) y para que los políticos luzcan ante los medios una rutilante dotación tecnológica que en el fondo no viene acompañada de una mejora real de la enseñanza.

Si preguntáramos a docentes innovadores y a expertos en metodología educativa cuál es el perfil docente del futuro nos dirían que es no el de un dispensador de contenidos enlatados -vengan en papel o en formato digital- que el alumno debe reproducir, sino el de un diseñador de entornos de aprendizaje en los que el alumno es el protagonista, aquel que construye contenidos a través de los cuales aprende, y todo ello en un entorno socializado, cooperativo, que genere productos útiles, al servicio de la comunidad. Este perfil requiere poner el acento de la política educativa no en los gadgets sino en la formación integral del profesorado, y adaptar las dotaciones Tic a la evolución de esa formación y de proyectos de centro evaluables. La innovación educativa del futuro no pasa por la mera sustitución de libros de papel por digitales. Requiere una apuesta por un modelo nuevo que subraye el cambio de rol del docente a través de un proceso paulatino de formación. Para ello la política educativa debe ser clara y firme y no un constante bamboleo de ocurrencias cortoplacistas, centradas más en dermoestéticas tecnocráticas que en cambios profundos.

Por eso, esta reunión en Mérida no era solo un gabinete de crisis práctico, no; era un síntoma más de una política educativa que requiere un urgente cambio de rumbo. No se puede basar el futuro de la política educativa en un macroproyecto de dotación Tic, no es de recibo. Es como pretender sanar un cuerpo a base de anabolizantes. Esto pasa por transformar la organización interna de la Consejería, dando protagonismo al Servicio de Formación del Profesorado, quien debiera dirigir y coordinar las acciones del Servicio Tic y no al revés, bajo un proyecto a largo plazo, sistémico y evaluable, centrado en el cambio metodológico en los propios centros. Lean mi propuesta a este respecto.

Cierto que la mayor y principal responsabilidad es del nuevo equipo de la Consejería, pero también de nosotros los docentes. Como dijo acertadamente un Técnico Informático en la reunión: "Podríamos no haber pedido tanto material o haber devuelto lo que no necesitamos", no haber cedido ante el suculento menú que se nos regalaba como placebo bajo el lema encubierto de: ¡caviar para todos, feliz Navidad! 

Afirmó el señor Pulido a modo justificación del supercontrato: "Es gratis, pues lo pido. ¿Iba a perder esa oportunidad?" Pues quizá sí, quizá debiéramos haber reculado y sentarnos a pensar qué modelo educativo queremos. O no, quizá ya lo pensaron y quieren esto que tenemos como vanguarda ejemplar. Entonces, apaga y vámonos; es previsible que un modelo como éste acabe explotándonos por efecto de su previsible entropía, de su vacua apariencia de solidez.

No quiero terminar esta crónica sui generis sin subrayar el excelente trabajo de los Técnicos Informáticos de Extremadura, unidos en su mayoría (108 de los 160 que existen en la región) por mejorar lo presente sin ocultar las miserias de este supercontrato. Ojalá los Coordinadores Tic pudiéramos tener la voluntad de unidad crítica ante lo sucedido, aunque al tratarse de un colectivo abandonado a su suerte y sin entidad funcional, a menudo elegidos por mera aritmética de horas lectivas, es difícil cohesionarnos bajo objetivos comunes. Quizá la fase C de este supercontrato -centrada en la formación y el uso de la dotación- nos haga ver la necesidad de reivindicar un futuro educativo más digno.