Programa de mejora de las Capacidades Profesionales Docentes de Extremadura



La Consejería de Educación de Extremadura ha publicado una instrucción en la que invita a los centros educativos a sumarse a lo que denominan "programa de mejora de las Capacidades Profesionales Docentes" (CPD). El programa pretende abrir la reflexión en los claustros acerca de los retos que le demandan la realidad de sus centros y arbitrar acciones compartidas que favorezcan planes de mejora, que afecten tanto a la intervención dentro del aula como a la implantación de proyectos de centro que potencien acciones compartidas por toda la comunidad educativa y construyan con el tiempo un portafolio de centro dinámico.

Esta instrucción en cierto modo marca un antes y un después en la política educativa extremeña, ya que en vez de poner el acento en la dotación tecnológica y en un modelo individualista de formación del profesorado, remarca la necesidad de centrar dicha formación en los propios centros educativos, en una reflexión-acción que nazca de la propia realidad de la comunidad educativa y su entorno social. Este giro de enfoque es ya loable y esperanzador por el hecho de ser planteado, más allá de los detalles mejorables de su diseño.

En principio, este programa tiene una aspiración modesta, pero necesaria si se quieren ir dando pasos hacia una transformación real de los centros educativos: abrir el debate en los centros acerca de la construcción de un portafolio compartido, es decir, observar cómo es nuestro centro, debilidades y fortalezas, demandas urgentes y posibilidades futuras, y todo ello bajo la voluntad de emprender juntos un proyecto de cambio que suponga implementar nuevas metodologías de aula y llevar a cabo programas integrales en función de las demandas observadas. Este proceso debiera culminar en un portafolio de centro (personal y transferible) que crezca y represente la voluntad de mejora de su claustro de docentes y que implique al resto de la comunidad educativa. 

Pero no quisiera limitar esta reflexión a las bondades de este programa; es necesario subrayar las que a mi juicio son sus debilidades más previsibles, a fin de ser conscientes de ellas y mitigarlas si es posible.

Empecemos por su evaluación, de la que poco o nada se apunta en la instrucción. Si un programa de mejora de centro se limita a invitar a una reflexión (reto por sí solo deseable), sin arbitrar un proceso que evalúe desde dentro y desde fuera dicha dinámica, está abocado a disiparse con el tiempo o a limitarse al acostumbrado voluntarismo de un puñado de docentes. En mi opinión, debió arbitrarse una fase previa en la que durante un curso completo el equipo directivo de los centros adscritos al programa y un coordinador, reconvertido en un rol esencial y vinculante en el proceso, se formen en los CPRs con ayuda de expertos en proyectos sólidos de centro y en nuevas metodologías de aula (a ser posible docentes y no agentes externos al sistema educativo). Esta fase previa permitiría aunar criterios de programa y crear una red previa de agentes de formación en centros, algo a día de hoy inexistente en Extremadura. Esta red facilitaría crear la argamasa previa que permita edificar un programa sostenible en el tiempo y fundado en la propia estructura del sistema, no como mero soporte formativo, temporal y ligado a créditos.

La presencia del representante de centro en el CPR y del Coordinador TIC es meramente anecdótica y residual, desaprovechada; ambos roles podrían ser unificados en la figura nuclear de lo que podríamos llamar Agente de Formación en Centros, que junto al Equipo Directivo dinamizaría el posterior proceso de mejora de su centro. La inexistencia de esta figura intermedia debilita gravemente la continuidad y solidez de un proyecto de centro perdurable en el tiempo y que realmente aporte mejoras sustanciales. Antes de emprender un programa que busque crear comunidades de aprendizaje en los centros, hay que apuntalar fuertemente la implicación emocional de sus protagonistas, y para ello debe asegurarse también que exista en cada centro un germen inicial, bien formado y con criterios claros y compartidos con el resto de centros. Esto hubiese permitido que este programa no sea una mera invitación voluntaria, sino un proyecto global de toda la comunidad educativa extremeña, vinculante, constructivo y permanente. 

Un programa autonómico de innovación y mejora permanente de centros educativos que aspire a cambiar rutinas pedagógicas y gestión de equipos docentes, tiempos, espacios, currículo y proyectos dentro de los centros, no debiera empezar arbitrándose bajo el modelo de instrucción ligada a horas de formación, como si fuese un mero curso innovador y nada más. Bajo este formato, la administración educativa no debe sorprenderse que este programa acabe siendo un mero capítulo formativo, sin proyección posterior en el futuro de los centros, o una forma más de conseguir suculentos créditos de formación diluidos en el anonimato de una formación colectiva.

Al igual que programas integrales como el bilingüismo se concibieron como un proyecto vinculante, que afecta de forma determinante a la estructura de los centros educativos, hasta tal punto que configura la plantilla de docentes y de alumnado, un programa de mejora de centros que aspire a crear y hacer crecer portafolios dinámicos, inclusivos y colaborativos debiera también determinar la organización de los centros y dotarlos de medios humanos, materiales y estructurales de forma contextualizada. 

Por eso, este "programa de mejora de las Capacidades Profesionales Docentes" me parece audaz y necesario, pero débil, poco sólido, si quiere aspirar a cambiar la cultura de gestión y los hábitos pedagógicos de los centros educativos extremeños. Todo docente y por extensión todo centro tiene deber y derecho a mejorar y hacerlo con garantías; es parte consustancial de nuestro oficio y un deber de las políticas educativas facilitarlo. Este reto es difícil que se consiga recurriendo al mero voluntarismo, sin ir dando pasos que cambien la estructura del sistema educativo, favoreciendo la innovación real y frenando el inmovilismo profesional. Cientos de docentes se apuntan cada año a cursos de formación en competencias de segunda lengua para aspirar a entrar en centros bilingües con programas de mejora. ¿Por qué no hacer lo mismo con los portafolios de centro que generan cambio real? ¿Por qué no incentivar la mejora estructural de los centros y hacerlo bajo un proceso de evaluación interna y externa serio, constructivo, que perdure? 

Este "programa de mejora de las Capacidades Profesionales Docentes" camina en la senda deseable de transformar la educación extremeña desde abajo, apostando por la formación en centros y devolviendo cierto liderazgo al Servicio de Innovación Educativa (frente al todopoderoso Servicio TIC), pero lo hace sin atreverse a convertirse en un plan integral de innovación que vaya marcando la senda del cambio y transforme estructuras, más allá de la amable invitación a formarse. No se puede construir una casa simplemente con ladrillos; hay que apuntalar tabiques y vigas antes de edificar y lucir.