Hace tiempo que es tema de debate entre docentes la noticia sobre la intención del sistema educativo finlandés de eliminar la caligrafía en las aulas. La idea de Finlandia, sin embargo, es dejar como optativa la caligrafía e incluir como obligatoria la mecanografía. La caligrafía se mantendría especialmente en los primeros años de educación y se añadiría la mecanografía como obligatoria, dado que hoy en día todo ciudadano, menor o adulto, escribe a través dispositivos digitales (ordenador, móvil, tabletas), tanto en el ámbito profesional como personal.
Esta noticia ha provocado cierta preocupación entre docentes y padres, quienes piensan en el peligro que supondría abandonar la caligrafía en las primeras etapas del proceso educativo. Neuropsicólogos, pedagogos y técnicos educativos postulan tesis diversas, aunque la mayoría insisten en que la unidad mano-cerebro debe seguir educándose. La caligrafía en las primeras etapas permite que
- memorice y discrimine las grafías;
- mano y cerebro aprendan al unísono a procesar información;
- adquiera hábitos de trabajo que requieren tiempos lentos y paulatinos de asimilación.
La sospecha está en que la mediación de dispositivos digitales en el aprendizaje inicial de las grafías, las palabras y su significado pueda mal acostumbrar al cerebro, dificultando procesos que requieren más calma y reflexión, y dispersando la atención. Sin embargo, existen numerosas experiencias de aprendizaje a través de dispositivos digitales en niños con dificultades motoras y cognitivas que han tenido un éxito empírico más que aceptable. A esto se añade el hecho de que cada vez hay más niños que llegan a la escuela habiendo accedido al universo de las palabras a través de esos dispositivos, sin la mediación de un lápiz y un papel.
La caligrafía manual puede aprenderse a través de dispositivos digitales, sin abandonar el hábito de escribir. A priori, la tecnología no debiera ser enemigo de esas prácticas. Es más, puede facilitar el aprendizaje, potenciando la visualización e interacción. La pregunta es si el aprendizaje de letras y palabras acabará eliminando el arte de escribir directamente las grafías. Creo sinceramente que no; que en los primeros años de escuela el niño debe identificarlas y saber escribirlas a mano, independientemente del medio que utilice. Sin embargo, pasado ese estadio de aprendizaje es estéril debatir sobre la necesidad de escribir o no a través de dispositivos digitales. Lo haremos y cada vez más y mejor, si la escuela se pone a ello con unidad de criterio y determinación.
El entorno de escritura y lectura es ya eminentemente digital. Un niño lee y escribe la mayor parte de los textos a través de dispositivos. Y el entorno laboral es ya digital; se espera a priori que un trabajador tenga no solo soltura en mecanografía, sino conocimientos básicos de ofimática. La escuela debe atender a esas necesidades, sin temor ni prejuicios. Es responsabilidad del docente formarse no solo en el dominio de esos dispositivos, sino en su uso didáctico, y de las administraciones dotar de programas formativos eficaces a este respecto. Sin embargo, la realidad actual es deficiente. El profesorado es aún en buena medida un analfabeto digital, pese a los intentos de elevar su nivel de competencia digital. Usa poco las tecnologías en el aula, y cuando lo hace se asegura que el entorno sea fijo y prediseñado, sin implicar creativamente al alumno en la creación de contenidos. El área de informática es aún residual y anecdótica. La posibilidad de que cada alumno pueda utilizar un portátil que pueda llevarse a casa para 'mecanografiar' tareas es más una intención que un hecho.
No es extraño que Finlandia se plantee la necesidad de que todo alumno, llegada una cierta edad, sepa mecanografiar con soltura, así como manejarse con eficacia en entornos digitales básicos. Nadie discute que deba existir un plan de competencia lingüística en el dominio del inglés, ¿por qué entonces somos tan reticentes a que todo alumno sepa mecanografiar y crear contenidos en entornos digitales? Tarde o temprano tendremos que asumir este reto. Ya hay muchos docentes que lo están acometiendo con creatividad y resultados más que decentes.
Sin embargo, seamos realistas. La competencia digital del docente es deficiente. No existe aún una cultura de uso didáctico de medios digitales en el aula. Lo ideal es que todo docente tuviera competencias básicas en mecanografía y ofimática básica; y si pudiera ser, en el uso didáctico de medios digitales en entornos creativos de aprendizaje y enseñanza. A esto se suma el hecho preocupante de que los hábitos sociales de uso de dispositivos digitales entre nuestros alumnos es a menudo un obstáculo; la cultura del tuit, la información breve, escasa, irreflexiva, como mero medio de diversión o intercambio de información entre iguales, poco tiene que ver con el intento del docente de fabricar mensajes bien expresados, creativos y críticos. La tecnología puede ser un aliado metodológico eficaz, pero también hay que recordar que debemos habituar al alumno a usarla con criterio, de forma selectiva, con responsabilidad, creatividad y tiempo suficiente para reflexionar.
Educar en entornos digitales no es un reto solamente técnico (de dominio en el uso de gadgets), sino que debemos tener siempre como ejes primordiales del proceso de enseñar la metodología y la evaluación. La tecnología es un medio, una herramienta, no el objetivo final. A veces se nos olvida. Pero, en cualquier caso, es un medio que no podemos obviar. Saber utilizar la tecnología como medio práctico, creativo, informativo, colaborativo y crítico. Los docentes debemos acometer esta nueva era digital con cabeza, sin miedo, alergia o pereza. De lo contrario, los alumnos acabarán asimilando la tecnología sin capacidad crítica, como ciudadanos pasivos. Un peligro más inquietante que la simple preocupación de aprender a escribir con un teclado.
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