Entre los asiduos en foros, cursos y experiencias, se está extendiendo la adhesión a un modelo de formación que va más allá del tradicional encuentro en CPRs o en actividades individuales de aula. El docente innovador (llamémosle así por llamarlo de alguna forma) busca sinergias, compartir experiencias y aprender, más allá de su entorno más cercano de enseñanza. Así, se une a cursos y jornadas, virtuales o no, con otros docentes de España, donde pulsa nuevas metodologías, adaptándolas a su aula. Crea o se une a proyectos colaborativos, a entornos colectivos de enseñanza y aprendizaje. Este modelo de formación 3.0 (otra palabreja meramente heurística, para salir del paso) en parte responde a una necesidad que los planes formativos de las comunidades autónomas, de los CPRs de nuestra zona, no ofrecen o lo hacen de forma insuficiente. El modelo de formación oficial se limita a ofrecer recetas, soluciones técnicas, cursos de competencia digital, pero resulta limitado a la hora de facilitar sinergias entre docentes, crear lazos no formales, naturales, de intercambio de experiencias y solidificación de proyectos colectivos. Debiera existir en CPRs y entre los técnicos de formación del profesorado una reflexión seria acerca de este modelo formativo, trascendiendo la mera oferta de productos enlatados, vendidos sobre todo para cubrir puntos de cara a concursos de traslado y sexenios.
Por otro lado, esta tendencia viene a evidenciar la profusión silenciosa entre los docentes innovadores de una forma de trabajo que trasciende el espacio del aula y que pone en relación a comunidades diversas de aprendizaje, a través de proyectos colaborativos entre docentes y alumnos no solo del entorno local, sino de otras ciudades, incluso entre países. El aula, el centro educativo se abre a otros espacios de aprendizaje, descubre el mundo, experimenta, compartiendo experiencias ya sea de forma física, virtual o mixta. Docentes y alumnos aprenden y enseñan más allá del constreñido espacio del aula. Aprovechan las Tics como herramienta que facilite esta comunicación, amplificando y viralizando el aprendizaje, creando a su vez nuevas y creativas sinergias.
Estamos asistiendo a un nuevo, lento, limitado, pero eficaz, proceso de readaptación metodológica, que cataliza la necesidad de enseñar y aprender de otra forma, de una manera que no ofrecen los modelos tradicionales. Este nuevo modelo tiene más o menos claro que:
1. El aprendizaje no debe limitarse a la adquisición pasiva de conocimientos, de contenidos enlatados. No debe limitarse a la reproducción de lo que explica el docente. Que el alumno aprender mejor y de forma más eficaz haciendo, experimentando, construyendo, manipulando el objeto de estudio. Esto nos obliga como profesionales a mutar nuestras metodologías, a repensar la forma de impartir (¡qué palabra más fea!) las clases.
2. El aula se nos queda pequeña; debemos enseñar, debemos aprender, sacando al alumno de la arquitectura administrada del aula, acercando los aprendizajes a contextos físicos, reales, con los que el alumno pueda interactuar y en los que pueda intervenir de forma activa, creativa y constructiva. El barrio, la ciudad, el mundo se convierte en el gran laboratorio de enseñanza-aprendizaje.
3. Aprendemos mejor cuando lo aprendido se socializa, se comparte. Cuando el proceso de aprendizaje opera en un contexto comunitario, en red, donde el alumno tiene un rol que contribuye a un objetivo colectivo, donde sabe que lo que aprende trasciende lo meramente intelectual y ayuda a otros. Esta socialización del aprendizaje está avalada por la neuroeducación, la cual subraya el factor emocional como determinante en los mecanismos de atención e interés.
4. Estos tres puntos anteriores son aplicables tanto al aprendizaje del alumno como al proceso de enseñanza del docente. La idea tradicional del docente solipsista, que solo se lo come y solo se lo guisa, está dando paso al perfil del docente en red; entiéndase lo de red no tanto como la intervención en entornos digitales, como la aplicación de formas de trabajo colaborativo, no solo con otros compañeros, sino también con las familias, el entorno del barrio, asociaciones, instituciones y el resto de la ciudadanía.
A estas alturas del texto, algunos docentes se preguntarán con no poco escepticismo cómo puede esto aplicarse en el contexto real de las aulas, con la estructura curricular actual, con el modelo formativo que nos ofrece la Administración, con los medios humanos y materiales de los que disponemos. Es evidente que a este respecto requerimos una doble reflexión:
Por un lado, la Administración debe facilitar la transición hacia este nuevo modelo de formación, nuevo modelo de enseñanza-aprendizaje, nuevo modelo de escuela. Y no se puede hacer con meros remiendos, píldoras de relleno. Deben rediseñarse los espacios físicos de aula, reformular el modelo de equipos de trabajo en los centros, ofrecer una formación bidireccional, que no solo se base en cursos, sino que genere verdaderas redes de docentes aprendiendo juntos, enseñando juntos. En este sentido, es necesario reactivar la figura del Coordinador Tic, trasmutándolo en un agente formativo, un dinamizador didáctico, un intermediario eficaz que facilite y fomente proyectos de centro sólidos, evaluables. Debe mutar el currículo, adaptándolo a este viraje metodológico. Debe trabajar la Administración como un bloque homogéneo y no como corpúsculos independientes, sin injerencia ni coordinación. Se debe reformular el concepto mismo de inspección, convirtiéndola en un eficaz servicio didáctico y no en el expendedor de decretos que es hoy en día.
Por otro lado, los docentes debemos repensar nuestra labor, sin excusas. No podemos seguir dando clases bajo parámetros decimonónicos, heredados del industrialismo. Y esto no significa digitalizar la enseñanza. Algunos docentes creen que la modernización metodológica se limita a una mera entronización de lo digital como tabla de salvación. No es así. Las Tics ayudan, facilitan, vehiculizan el aprendizaje, pero no lo aseguran sin el arbitrio del encuentro con lo real y sin la riqueza que ofrece aprender juntos. Se puede aprender con y/o sin Tics. No hay fórmulas perfectas, ni debe haberlas. La enseñanza es un arte, tiene mucho de investigación constante, ensayo-error, prueba y desecho, reconocimiento de errores y compartir lo que cada cual hace y deshace. Pero hoy sabemos algunas cosas más sobre cómo enseñar mejor en el contexto cultural en el que se mueven nuestros alumnos. Sabemos que se aprende mejor cuando se ve, se prueba, se toca, se comparte. Sabemos que los docentes debemos adaptar nuestra metodología, no ser torres inexpugnables que esperan que sea la montaña la que se acerque a Mahoma. Debemos repensar nuestra labor, nuestras clases, nuestros materiales, los espacios de aprendizaje, la forma de evaluar. Y debemos repensarlo juntos, en red, compartiendo errores y aciertos, decepciones y esperanzas. Ciertamente, si queremos, podemos.
3 comentarios:
Enhorabuena Ramón! Un artículo excelente, no puedo estar más de acuerdo contigo, y...estamos en un momento en el que más que nunca los docentes tenemos /debemos de ser los artífices de ese cambio de rumbo en la educación para que verdaderamente sea motor de cambio social, pero me temo...que queda mucho camino por delante.
Lo que es triste es que se comparta con el exterior y que en tu centro no sepan el trabajo colaborativo y cooperativo que haces con los alumnos y con otros docentes, y lo que es peor, que no les interese.
Pero no me importa porque tarde o temprano todo TRASCIENDE y los más beneficiados siempre serán los alumnos.
Un saludo desde Murcia.
Gracias, Margarita, por compartir. Cierto lo que dices. Hay que saber escuchar a la hierba crecer.
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