Ayer pusieron las pizarras digitales en mi centro (I.E.S. San José, Badajoz). De las reacciones iniciales de algunos de mis compañeros saqué una sensación contrariada del efecto que su implantación puede suponer para la evolución del modelo pedagógico del profesorado en los próximos años. Con anterioridad, un grupo de unos 15 docentes del centro asistieron a un curso de formación en el CPR para iniciarse en el funcionamiento de este dispositivo, de ahí que algunos las recibieron con cierto entusiasmo, aliviados por entender al menos algunos rudimentos básicos con los que empezar a utilizarlas. El resto del profesorado, mudos. sordos y ciegos. Previamente, como Coordinador TIC, animé a mis compañeros a que la utilizasen y a que me consultaran lo que estiman oportuno. Aún estoy esperando respuesta. Antes de la instalación de estas pizarras, teníamos en el centro tres más, pero prácticamente se usan como mero proyector de audiovisuales y esporádica presentación de alguna que otra web o recurso. Deja de contar. En el aula de 1º de Bachillerato apenas se usa, pese a su potencial en un grupo tan amplio en número y escaso en competencias. De hecho, en clase de Cultura Audiovisual a mis alumnos se les ocurrió hacer un sketch irónico al respecto (véase el vídeo de abajo).
Pero no es esta falta de interés por las pizarras lo que me preocupa. Es evidente que tarde o temprano la implantación generalizada de libros digitales prefabricados por las editoriales acaben obligando a un uso común de estos dispositivos. Lo verdaderamente inquietante es que las pizarras no traen con ellas un cambio de metodología, un viraje en los modelos pedagógicos de enseñanza y aprendizaje a pie de aula. Por el contrario, las pizarras reproducen el formato pasivo que hasta ahora preside nuestro quehacer cotidiano. El libro de texto es sustituido por el libro digital (los departamentos de idiomas están muy contentos; editoriales como Oxford les han simplificado el proceso de enseñanza a través de un software específico, creado exclusivamente para ellos, en el que solo deben seguir los pasos y listo). El proceso de enseñanza se limita a la asimilación de contenidos a través de una plataforma fija, con una interactividad limitada. No hay mucha diferencia entre poner un Powerpoint y decirle a los alumnos que se levanten y realicen un ejercicio, cliqueando con el dedo sobre la pizarra. La interactividad inicial que procuran las pizarras digitales han generado en los docentes una sensación errónea de estar realmente innovando por el solo hecho de que ahora los alumnos pueden levantarse y seleccionar la respuesta correcta.
En este sentido, la Administración educativa, especialmente aquella que se encarga de la formación del profesorado, no se ha esforzado por integrar la dotación de estos dispositivos dentro de modelos pedagógicos previos orientativos, a fin de que el profesorado aproveche el potencial real de los mismos y supere el formato didáctico tradicional. Tan solo ha facilitado cursos de formación que capacita al docente para saber cómo funciona la pizarra y poco más. Los Coordinadores TIC no reciben apoyo de la Administración, su labor es voluntarista, sin relación con un plan general en el que fundamentarse. El lema de esta dotación es: ¡ahí tenéis las pizarras, allá vosotros! Políticamente, el solo hecho de implantar pizarras digitales en todas las aulas de ESO sitúa a la Comunidad Autónoma en la punta de lanza de la innovación. La dotación basta para asegurar una imagen pública de calidad. Sin embargo, es este un gigante de barro que alimenta la reproducción de modelos de enseñanza y aprendizaje pasivos, en los que incluso los recursos asociados a la pizarra sustituyen con facilidad la preocupación del docente por dirigir el proceso. La evaluación se determina a través de los materiales que las propias editoriales facilitan. Y el alumno asimila información, traga contenidos, presentados atractivamente, pero sin ser parte del proceso de aprendizaje.
Y esto sucede porque no existe voluntad por parte de la Administración educativa de llevarlo a cabo. Dejan como siempre que sea el esfuerzo extra del docente quien haga posible este viraje metodológico (y si no, pues tampoco es que les importe mucho), sin la ayuda de políticas de formación y planes contextualizados de innovación en centros, con dotaciones adaptadas a las necesidades reales de cada centro. Los encargados de orquestar la alfabetización TIC en Extremadura no parecen tener muy claro la necesidad de propiciar el cambio hacia modelos pedagógicos más allá de una adoración acrítica hacia las TICs como tabla de salvación. Dispositivos y contenidos son el rey y la reina de esta filosofía institucional, relegando la metodología y la evaluación a un plano subsidiario. Así, es comprensible que el docente medio no cambie su metodología, que a pesar de tener medios caros y sofisticados con los que trabajar, siga usando las mismas reglas de siempre. Cambiamos de traje, pero no de ropa interior. Viste bien de cara a la galería, pero poco ha cambiado en cuanto a las formas de enseñanza.
No niego en absoluto los cambios que a nivel individual han tenido lugar en numerosos docentes a raíz de la revolución tecnológica en la escuela. Existen muchos profesionales innovadores, preocupados por ofrecer modelos de enseñanza y aprendizaje que acerquen a los alumnos el conocimiento a la vida cotidiana y que facilite el aprendizaje a través de una metodología constructivista y participativa. Faltaría más. Pero este movimiento pedagógico que puebla cada año foros, cursos, jornadas y congresos sobre innovación educativa o TICs, no deja de ser una secta atípica en relación a lo que realmente sucede en los centros. Incluso dentro de estos mismos docentes TIC los hay que endiosan la tecnología, confundiendo gadget con metodología. Es curioso que exista a día de hoy una separación a nivel institucional entre formación del profesorado y alfabetización digital. Como si esta última no debiera ser realmente una sucursal de aquella, como si debiera tener una consideración aparte. Soy un firme defensor de la idea de que el Coordinador TIC sea un asesor didáctico dentro de los centros, miembros de los equipos directivos y vinculados a los CPR de zona, con horario de dedicación semi exclusiva. De esta forma, las TICs no serían sino una herramienta al servicio de los modelos metodológicos y evaluativos del docente, no una isla aparte dentro del sistema formativo. Igualmente, creo que los planes de formación del profesorado deben cambiar en tres aspectos esenciales:
- Por un lado, debe impulsarse la formación en centros a través de la figura mediadora del Coordinador TIC, dotando de recursos en función de los programas de innovación que los propios centros lleven a cabo, y que sean evaluables antes, durante y después del proceso por personal cualificado, que tenga claramente una misión didáctica, no correctiva ni punitiva, aunque sí ligar los programas a la dotación de medios auxiliares. Esta formación en centros permitirá adaptar las demandas a los contextos educativos, permitiendo un cambio real en los modelos de enseñanza y aprendizaje, apoyado firmemente por la Administración educativa.
- Por otro lado, los diferentes órganos de la Administración debieran adoptar un modelo en el que las TICs no tuviesen en ningún caso una consideración aparte de ser herramientas de soporte a determinadas metodologías y medios de evaluación didáctica. El Jefe de servicio de las TICs debe estar supeditado al departamento de innovación y formación del profesorado; es más, debe ser tan solo un órgano que facilite el funcionamiento técnico de los dispositivos digitales, dejando al equipo formativo la política interna de aplicación pedagógica de tales medios. Sin embargo, dentro de la Administración se impuso de manera subrepticia, desde que se puso el primer ordenador Linex en las aulas, un modelo de gestión en el que las TICs se han convertido en una religión en sí misma, ajenas a una reflexión metodológica y ligadas directamente a la coalición con intereses económicos de ciertas empresas del sector tecnológico y de comunicaciones. La secretaría general es la responsable directa de esta situación, de la que saca en no pocas ocasiones rédito político de cara a la opinión pública, pero que dificulta la implantación de un modelo formativo serio e independiente de intereses ajenos al trasunto educativo.
- Finalmente, es preciso avanzar en el desarrollo de un plan de evaluación en dos sentidos:
Por un lado, evaluación eficaz y real de programas de innovación y utilidad didáctica de los dispositivos digitales. No basta con crear repositorios de recursos o proponer píldoras pedagógicas a modo de aperitivos sin relación con contextos reales de enseñanza y aprendizaje y sin un modelo empírico de evaluación de los mismos. A día de hoy no existen estudios académicos sobre la eficacia de las TICs en el aula, a excepción de aquellos que demuestran la viabilidad de determinadas herramientas en el contexto de la atención a la diversidad. Andamos a ciegas, presuponiendo las bondades o pecados de las TICs, sin discriminar contextos ni metodologías. Asimismo, a menudo cuando se evalúan las TICs se hace bajo un prisma maximalista, como si que las nuevas tecnologías debieran usarse aisladas de otros recursos y como una metodología en sí misma.
Igualmente, se hace necesario dotar al profesorado de una formación específica en nuevos métodos de evaluación. La implantación de las TICs en el aula y la aparición de nuevas metodologías de aprendizaje requieren la urgente aplicación de modelos evaluativos diferentes a los que se utilizaban para determinar competencias bajo tareas clásicas de asimilación de contenidos. No es extraño oír a no pocos docentes que no saben cómo evaluar cuando utilizan, por ejemplo, metodologías participativas. Esta impotencia ha menudo genera una incertidumbre que hace que acaben desechando estas formas de enseñanza.
En este sentido, la Administración educativa, especialmente aquella que se encarga de la formación del profesorado, no se ha esforzado por integrar la dotación de estos dispositivos dentro de modelos pedagógicos previos orientativos, a fin de que el profesorado aproveche el potencial real de los mismos y supere el formato didáctico tradicional. Tan solo ha facilitado cursos de formación que capacita al docente para saber cómo funciona la pizarra y poco más. Los Coordinadores TIC no reciben apoyo de la Administración, su labor es voluntarista, sin relación con un plan general en el que fundamentarse. El lema de esta dotación es: ¡ahí tenéis las pizarras, allá vosotros! Políticamente, el solo hecho de implantar pizarras digitales en todas las aulas de ESO sitúa a la Comunidad Autónoma en la punta de lanza de la innovación. La dotación basta para asegurar una imagen pública de calidad. Sin embargo, es este un gigante de barro que alimenta la reproducción de modelos de enseñanza y aprendizaje pasivos, en los que incluso los recursos asociados a la pizarra sustituyen con facilidad la preocupación del docente por dirigir el proceso. La evaluación se determina a través de los materiales que las propias editoriales facilitan. Y el alumno asimila información, traga contenidos, presentados atractivamente, pero sin ser parte del proceso de aprendizaje.
Y esto sucede porque no existe voluntad por parte de la Administración educativa de llevarlo a cabo. Dejan como siempre que sea el esfuerzo extra del docente quien haga posible este viraje metodológico (y si no, pues tampoco es que les importe mucho), sin la ayuda de políticas de formación y planes contextualizados de innovación en centros, con dotaciones adaptadas a las necesidades reales de cada centro. Los encargados de orquestar la alfabetización TIC en Extremadura no parecen tener muy claro la necesidad de propiciar el cambio hacia modelos pedagógicos más allá de una adoración acrítica hacia las TICs como tabla de salvación. Dispositivos y contenidos son el rey y la reina de esta filosofía institucional, relegando la metodología y la evaluación a un plano subsidiario. Así, es comprensible que el docente medio no cambie su metodología, que a pesar de tener medios caros y sofisticados con los que trabajar, siga usando las mismas reglas de siempre. Cambiamos de traje, pero no de ropa interior. Viste bien de cara a la galería, pero poco ha cambiado en cuanto a las formas de enseñanza.
No niego en absoluto los cambios que a nivel individual han tenido lugar en numerosos docentes a raíz de la revolución tecnológica en la escuela. Existen muchos profesionales innovadores, preocupados por ofrecer modelos de enseñanza y aprendizaje que acerquen a los alumnos el conocimiento a la vida cotidiana y que facilite el aprendizaje a través de una metodología constructivista y participativa. Faltaría más. Pero este movimiento pedagógico que puebla cada año foros, cursos, jornadas y congresos sobre innovación educativa o TICs, no deja de ser una secta atípica en relación a lo que realmente sucede en los centros. Incluso dentro de estos mismos docentes TIC los hay que endiosan la tecnología, confundiendo gadget con metodología. Es curioso que exista a día de hoy una separación a nivel institucional entre formación del profesorado y alfabetización digital. Como si esta última no debiera ser realmente una sucursal de aquella, como si debiera tener una consideración aparte. Soy un firme defensor de la idea de que el Coordinador TIC sea un asesor didáctico dentro de los centros, miembros de los equipos directivos y vinculados a los CPR de zona, con horario de dedicación semi exclusiva. De esta forma, las TICs no serían sino una herramienta al servicio de los modelos metodológicos y evaluativos del docente, no una isla aparte dentro del sistema formativo. Igualmente, creo que los planes de formación del profesorado deben cambiar en tres aspectos esenciales:
- Por un lado, debe impulsarse la formación en centros a través de la figura mediadora del Coordinador TIC, dotando de recursos en función de los programas de innovación que los propios centros lleven a cabo, y que sean evaluables antes, durante y después del proceso por personal cualificado, que tenga claramente una misión didáctica, no correctiva ni punitiva, aunque sí ligar los programas a la dotación de medios auxiliares. Esta formación en centros permitirá adaptar las demandas a los contextos educativos, permitiendo un cambio real en los modelos de enseñanza y aprendizaje, apoyado firmemente por la Administración educativa.
- Por otro lado, los diferentes órganos de la Administración debieran adoptar un modelo en el que las TICs no tuviesen en ningún caso una consideración aparte de ser herramientas de soporte a determinadas metodologías y medios de evaluación didáctica. El Jefe de servicio de las TICs debe estar supeditado al departamento de innovación y formación del profesorado; es más, debe ser tan solo un órgano que facilite el funcionamiento técnico de los dispositivos digitales, dejando al equipo formativo la política interna de aplicación pedagógica de tales medios. Sin embargo, dentro de la Administración se impuso de manera subrepticia, desde que se puso el primer ordenador Linex en las aulas, un modelo de gestión en el que las TICs se han convertido en una religión en sí misma, ajenas a una reflexión metodológica y ligadas directamente a la coalición con intereses económicos de ciertas empresas del sector tecnológico y de comunicaciones. La secretaría general es la responsable directa de esta situación, de la que saca en no pocas ocasiones rédito político de cara a la opinión pública, pero que dificulta la implantación de un modelo formativo serio e independiente de intereses ajenos al trasunto educativo.
- Finalmente, es preciso avanzar en el desarrollo de un plan de evaluación en dos sentidos:
Por un lado, evaluación eficaz y real de programas de innovación y utilidad didáctica de los dispositivos digitales. No basta con crear repositorios de recursos o proponer píldoras pedagógicas a modo de aperitivos sin relación con contextos reales de enseñanza y aprendizaje y sin un modelo empírico de evaluación de los mismos. A día de hoy no existen estudios académicos sobre la eficacia de las TICs en el aula, a excepción de aquellos que demuestran la viabilidad de determinadas herramientas en el contexto de la atención a la diversidad. Andamos a ciegas, presuponiendo las bondades o pecados de las TICs, sin discriminar contextos ni metodologías. Asimismo, a menudo cuando se evalúan las TICs se hace bajo un prisma maximalista, como si que las nuevas tecnologías debieran usarse aisladas de otros recursos y como una metodología en sí misma.
Igualmente, se hace necesario dotar al profesorado de una formación específica en nuevos métodos de evaluación. La implantación de las TICs en el aula y la aparición de nuevas metodologías de aprendizaje requieren la urgente aplicación de modelos evaluativos diferentes a los que se utilizaban para determinar competencias bajo tareas clásicas de asimilación de contenidos. No es extraño oír a no pocos docentes que no saben cómo evaluar cuando utilizan, por ejemplo, metodologías participativas. Esta impotencia ha menudo genera una incertidumbre que hace que acaben desechando estas formas de enseñanza.
3 comentarios:
Aparte que siempre me ha parecido que hay cierta obsesión con una herramienta tan cara sobre la que no está claro ni mucho menos su valor pedagógico diferente al uso de un portátil y un cañón [ver http://en.wikipedia.org/wiki/Interactive_whiteboard#Criticisms]
Lo que más me temo es que es de ese tipo de herramientas que les encanta a los (malos) gestores. Cuestan mucho dinero y proporcionan una imagen visible de que estás haciendo algo por la integración TIC. Pero se trata sólo de salvar las apariencias.
Básicamente, amén. Aunque... ¿quién le pone el cascabel al gato?
En general estoy de acuerdo contigo.
Nos dedicamos a evaluar a los alumnos, pero somos reacios a asumir esta responsabilidad en nuestra práctica. Asociamos calidad a la posesión de más recursos y sí ya estamos vestidos tecnológicamente, pero nuestro fondo de armario no se corresponde con nuestro estilo.
El problema es problema es profundo. Se impone un cambio en el concepto de enseñanza que pasa no solo por una nueva metodologia sino tambien por un nuevo modo de organización. Las clases no se sustentan como están. En esta nueva sociedad de la información nos tendriamos que organizar ( en mi humilde opinión)en la creación de talleres de herramientas y laboratorios de conocmiento, lo que pasa por un cambio pedagógico y una formación que no estoy segura que dadas las circunstancias y condiciones laborales todo el mundo está dispuesto a asumir. Apelar a la vocación para suplir las deficiencias en la ejecución y gestión de planes que llegan desde la administración para conseguir la Marca Extremadura.... puede considerarse resultar excesivo.
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